¿Cuándo nos dimos cuenta de que habíamos llegado al límite?
¿Cuál sería ese preciso momento cuando una generación descubre el instante, la epifanía que significa encontrar su propio rumbo? A caminar y encontrar sus propios linderos, a descubrir en realidad quienes somos y cuál es nuestro verdadero origen y rechazamos de plano cualquier intento de soliviantar nuestra propia identidad en aras de una genuflexión sin razón valedera, todo en aras de favorecer lo foráneo, lo ajeno, sin relación, sin ligamen alguno, ni filial, ni cultural, menos histórico.
¿Cuándo los paiteños perdimos el rumbo de las cosas verdaderas por la propina barata de la adulación y lo ordinario?
Estas preguntas se las hacen muchos paiteños en el transcurrir de sus vidas, inmersos en la monotonía de la inercia de ver tomada siempre su comunidad por agentes externos que se ceban sobre nuestra provincia como ávidas aves rapaces, buscando de repente trepar a costa de los demás en su afán de crecimiento político, pecuniario o quizás de prestigio a costa de nuestra desgracia.
La historia nos ha enseñado en más de una oportunidad, que el hombre es por muchas veces el animal que tropieza con la misma piedra, en Paita eso es una costumbre que no se la podemos atribuir a quienes se dedican constantemente a estudiar la problemática, a señalar con justa razón las precariedades de nuestro entorno tanto político como social, las diferencias abismales y la absoluta orfandad visionaria para encauzar a nuestra provincia por una senda integral de desarrollo.
Aquellos que piensen que el desarrollo es que les cobren por jardines cuando no tienen ni agua y continúan con el aplauso fácil, aquellos que se humillan promoviendo un nombre falaz y oprobioso para sus comunidades con el fin facilista de conseguir favores del poder de turno han provocado lo que tenemos hoy como ciudad, un laberinto sin consistencia, desunida en lo ordinario y condenada a vivir de espalda a su legado histórico y valioso.
Siempre habrá personas que trascienden a este tipo de monólogo y homogeneidad, son regularmente contestatarios y seguros, con claridad de pensamiento y convicción de ideas, hay muchas de estas personas que tal vez en apariencia no son relevantes, pero tienen una fuerza enorme en el don de la enseñanza, de la cultura, de los valores.
Son los maestros!
Los hay en el aula, en la vida, en el trabajo, en el quehacer diario, nos toca comentar sobre aquellos que se han entregado a la noble tarea de edificar seres humanos y convertirlos en ciudadanos firmes y convencidos.
! ¡Que pasión cuando transmiten su escala de valores y ven como la semilla va germinando su fruto en razón de su dedicación!
Hoy en Paita hemos visto una muestra fidedigna de lo que es impulsar a los jóvenes alumnos por el camino recto y correcto, buscando, auscultando y defendiendo sus propias raíces, darle identidad a una ciudad que cada día tiene menos de Paita y más de un tinglado carnavalesco.
Más allá de la figura epónima de Grau, de los hermanos Cárcamo ¿Qué otro personaje conocemos los paiteños que lleven una calle con su nombre?, muy pocos por cierto, y hay que decirlo con voz clara y directa, esto siempre ha sido responsabilidad de las autoridades que haciendo caso omiso a la legalidad han permitido y casi de manera cómplice han dado su venia para el nombramiento tanto de calles, avenidas y asentamientos humanos con nombres que no corresponden repetimos ni al legado ni a la importancia que les corresponde como para tener ese honor.
¿Qué honor puede haber en el nombre de Alan García? Que cuando como bien se menciona, dio en concesión en su gobierno de manera oprobiosa nuestro Terminal Marítimo, qué honor es tener un asentamiento humano con el nombre de una persona primero que aún está viva y segundo que se ha corroborado sinnúmero de delitos como la heredera de los Fujimoris, que honor hay en otorgarle el nombre de un asentamiento humano a políticos neófitos y que estos mostrándose como tales ni siquiera tienen en decoro de oponerse a esa posibilidad o de rechazarla de pleno, Germán Tay y también Luis Reymundo Dioses, y ahora este alcalde con nombre de caricatura.
¿En qué nos hemos convertido? ¿Será acaso la mala fama de pedigüeños que tenemos, que para que nos regalen algo, para recibir favores nombramos una calle o un A.A. H.H.? ¿Necesitamos acaso humillarnos de esa manera para halagar a la autoridad de turno o a un político de paso?
Queremos saludar la iniciativa de la Institución Educativa Escade, quien de la mano con sus profesores Delcy Chinchay y Felipe Mejía Arcelles incentivan esta propuesta, cabe anotar que la ley existe y que se debe respetar y revertir el daño hecho hasta ahora. ¿Tendrán esa capacidad quienes son los que siempre nos condenan a lo mediocre y ordinario? Aquellos para los que la cultura es una palabra que no cobra sentido en sus vidas, aquellos a los que resulta agradable el aplauso y los vítores baratos, esperemos que si, por una sola vez puedan llevar a buen puerto una iniciativa que merece todo el respeto y apoyo de los paiteños verdaderos.
Repitamos esta frase convencidos de que el camino hacia nuestra propia identidad, debe darse en nuestras propias calles, con los nombres de nuestros predecesores y no de cualquier advenedizo aventurero.
Los nombres para toda una ciudad existen como los son los del héroe Noel Lastra, Rudecindo Garrido, Luciano Castillo, el pintor y escultor paiteño Luis F. Agurto Olaya, el renombrado tenor Luis Alva que brillara en la Scala de Milán, Ricardo Sánchez Garavito otro destacado pintor paiteño, Luis Enrique Ginocchio Feijoo, y así podríamos podemos remontarnos en la historia y encontrar innumerables ejemplos que alimentarían nuestras calles con el espíritu y la esperanza de una provincia tan necesitada de cultura.
Tengamos confianza, aún conviven con nosotros los hombres y mujeres de buena voluntad, los paiteños de buena fe.