No es sin nostalgia que viene a mi mente los años que pasé en Micronesia, mucho se conoce de las emblemáticas islas de Hawaii pero sus primas pequeñas son casi desconocidas.
Pohnpei es la isla principal del grupo de las Senyavin, este archipiélago situado en la latitud 6° 54′ 57″ Norte, 158° 9′ 32″ Este del Pacífico Oeste, bajo la protección de los Estados Unidos de Norteámerica en la post guerra, en la figura de Administración o (Trust Territory) Micronesia se convierte en estado independiente en la década de los 60s con el nombre de Estados Federados de Micronesia.
Islas dispersas en este lado del Pácifico parecía ser una desventaja, no obstante la amplitud de su mar territorial lo convierte en un estado con una riqueza en recursos marinos apetecibles por muchas flotas pesqueras.
Ponape es la isla principal de los Estados Federados de Micronesia, su capital es Kolonia, una isla rodeada de manglares y arrecifes, lugar muy tranquilo con limitada actividad comercial, el grueso de la población es subempleada o son empleados gubernamentales, con algunos males de las sociedad moderna enraizados, como mala alimentación, tabaquismo, consumo de alcohol, muchos isleños han emigrado a las islas Marianas o a Estados Unidos Continental.
Ponapé es servido por Air Micronesia una filial de Continental Airlines que une todas las islas del grupo Senyavin con Guam y Hawaii.
A finales de los años 80s soy convocado para formar parte de la tripulación de un atunero, Eastern Pacific (barco de pesca de altura que se dedica a la pesca del atún), mi travesía se origina en años previos en los que ya había contado con la experiencia en este tipo de embarcaciones y en las que había desempeñado faenas que iban desde ayudante de cocina en mis inicios (galley boy) y pasando por puestos como «spibotero» para usar el término spanglish» de speed boat driver, o de panguero, winchero, me llamó a Costa Rica entonces Pepe Saravia desde Panamá por encargo del capitán croata Bosidar Seselja para trabajar como winchero.
El transcurrir o pasar de barco en barco, de conocer diferentes tripulaciones, oficiales, capitanes, managers, puertos, ciudades, le van curtiendo el cuero de la experiencia, la vida del pescador sin dudas es dura, quizás no tanto como hace algunos años, por ejemplo en la época de la pesca a la caña, donde el hombre se enfrentaba al pez en una lucha mano a mano, de fuerza, de resistencia. No es mi afán crear una aureola de superhombres, nada más lejano de la realidad, si es un trabajo como cualquier otro con diferencias de ambientes y locaciones, cierto grado de rudeza y no exento de eventualidades propias del oficio.
Ha pasado mucha agua por la propela y las embarcaciones evolucionan, la pesca cada día más escasa, quizás volveremos a la sostenibilidad de los «Bait boats»?
El tiempo tiene la última palabra.
Hasta pronto
Me olvidaba de incluir un vídeo, no es muy excitante pero es algo
Leave A Comment