La Quijada
Rumbo sur suroeste, cierra lentes sin parar, vamos directo a pescar fuera de Perú.
El mar de las costas orientales del Pacifico sudamericano a diferencia de Centroamérica es turbio, gris, el ambiente es nublado y frío, mi ropa de trabajo en el Pawn Pawn no contemplaba el frío así que tuve que pedir prestada una chaqueta pues nunca pensé en hacer transbordo en medio de un viaje regular, no estaba preparado para ir a pescar al sur, solo en aguas cercanas a Costa Rica, con este barco nuestro radio de acción era limitado. Recién después de unos tres días abrimos los binoculares para empezar la búsqueda, navegábamos proa a la ola y era inevitable sufrir el golpe de la mar, el estruendo de la ola y la rociada de agua salada, mientras todo eso sucedía me iba familiarizando con el quehacer de esta nueva embarcación, su tripulación y sus reglas, una de ellas eran los “speedboats“.
Tras poco menos de un mes y con apenas unas pocas toneladas a bordo encontramos una carcasa de cachalote flotando, blanca y “bellamente” putrefacta, lo bello pues era sinónimo de buenos cardúmenes en el fondo, en poco menos de tres días embarcamos cerca de 600 toneladas, cuando este remanente de lo que fuera un gran animal ya no tenía más que ofrecernos, el capitán con ayuda de otros marinos subió hasta el borde de la cubierta los restos blanquecinos, con una pieza de cable y la fuerza hidráulica de un gancho pudo quebrar la quijada, y es que quería rescatar los valiosos dientes de este animal, ya sea como trofeo o como piezas para coleccionar, luego tomó un hacha y terminó de trozar la quijada no sin antes salpicarse de restos de piel mortecina y podrida, a eso había que sumarle el nauseabundo olor, algo retraído y a distancia segura detrás del winche el piloto observaba, le dirigió unas palabras en inglés al capitán pidiendo que le diera los dientes, este lo miró con fastidio.
– ¡Si, si ya casi te los llevo a tu camarote! Dijo en forma sarcástica y prosiguió con su pestilente labor.
Alguna discusión posterior hubo entre el espigado piloto y el capitán, porque ya al final del día el barco cambió de rumbo hacia el norte, los rumores corrieron y la decisión se pudo conocer posteriormente, el piloto se negaba a volar, ¡porque el capitán no le quiso dar los dientes del cachalote!
Subí al puente y el capitán conversaba con su contramaestre y otros marinos, el mecánico también estaba presente.
-Que se vaya a la mierda! será huevón …! Mostré cara de extrañeza y el “deck boss” me dice este tarado del piloto dice que no quiere volar si no le dan los dientes del cachalote.
-¿Quee …? Siii, así asimismo como escuchas! El capitán llamó a la empresa en España, esta habló con Alex Stemayer el propietario del helicóptero y han decidido cambiarlo, esa situación no se puede permitir que el barco sea manipulado y maniatado en su accionar por el chantaje del piloto, había mucho dinero de por medio para poner en riesgo el viaje.
¿Será cojudo? usando una expresión muy peruana alegó el capitán.
– ¡Yo me ensucié! ¡Yo lo corté y el solo quería que se los llevara, está loco! Dijo con notoria molestia. Al cabo de un par de días seguíamos navegando rumbo a Charco Azul al norte de Panamá, algunas alertas se habían prendido en la cabeza de un personaje, de Koky.