Mitos baratos
Era miembro adscrito de un grupo en Facebook y en el cual su temática es publicar fotografías con alguna connotación histórica o que su antigüedad, no menor a 30 años sea motivo de apreciación o discusión, es así que para poder ser publicadas tienen que tener al menos ese primer requisito, y otro de sus estrictos requerimientos, es que deben haber sido tomadas en el Perú, el administrador es muy dado a rememorar épocas doradas de la burguesía limeña, proclive a perdonar deslices y la mala leche de los miembros cuando son excelsamente derechistas y estricto casi a rajatabla cuando muestran algún tinte de izquierda.
El tema más allá de las fotografías que tienen un gran valor histórico intrínseco son los debates que muchas veces emergen por una opinión o que la foto sea sobre algún personaje controversial como he sido testigo en varias oportunidades, más aún si este ha sido un político en el pasado. Pero también he notado y es muy notorio en nuestro entorno, cuando haciendo uso de una pretendida sapiencia y conocimiento muchas veces inexistente se enfrascan en argumentos vanos o discusiones que lindan en batallas egocéntricas y de sabihondos.
Atún

No hace mucho se publicó una fotografía de un atún capturado en Cabo Blanco en la década de los 50 o principio de los 60 (me parece que era un “bigeye” o patudo, como es llamado en inglés y español respectivamente) que a buen ojo podría haber pesado unos 140 a 150 kilogramos, una fotografía que fue publicada en LIFE la notable y famosa revista o magazine americana, a partir de esos elementos, la pesca y el atún surgió otro que fue nada menos que la figura mítica del ganador del Pulitzer primero y posteriormente premio Nobel Ernest Hemingway.
En un principio el tema era de que el pescado de marras debía pesar más de 500 libras, otro que la foto era adulterada con Photoshop, otra un poco más creíble que versaba sobre la perspectiva de la imagen y por eso el desconcierto y los cálculos erróneos, nunca faltaron las frases como “ese club la rompía en esos días”, “allí llegaba siempre Hemingway” y la más disparatada como “claro si allí se filmó el Viejo y el Mar!”, leía y repasaba los comentarios y enconadas discusiones sobre sus conocimientos y sus propias verdades, ese afán inusitado en el que los peruanos nos hemos vuelto asiduos usuarios, el de enrostrar en la cara de los demás nuestra sapiencia y engrandecimiento de mitos baratos y de volver esto una actividad cotidiana. Evité presumir de mi pasado de pescador y tan solo animé a aquellos que mostraban una línea más mesurada y acorde con la realidad.
El clímax llegó sin duda en este periodo de reclusión o confinamiento sanitario, las curas, los brebajes, las medicinas y recortes fotográficos como: ¡Finalmente, la cura contra el COVID-19!, ¡Italia desobedece a la OMS!, él ¡Nuevo orden mundial! ¡Mira este vídeo antes que lo borren de Youtube!, y así podríamos poner varios ejemplos de sensacionalismo y mitos baratos que nos bombardean a diario.
Talara
Volviendo a Hemingway, este visitó Talara en el año de 1956 imagino que por su afición a la pesca recaló en Cabo Blanco por esos días, 4 años previamente se había roto el registro mundial para la pesca del marlín negro de unas 1,000 libras, aunque en algunos artículos señalan que venía a hacer unas tomas para su posterior película induciendo a muchos a aseverar con fiereza que la película se filmó en la zona, cuando no fue así, esta se rodó en Cojimar, un pueblo de pescadores cercano a La Habana, en el que Hemingway pasaba largas temporadas en su residencia de Finca Vigía. Lo que si es cierto es que se insertó en la película material original “footage” sobre la captura del marlín negro por Alfred Glasell quién fungió como asesor de las escenas de pesca, acrecentando más aún el mito sobre la filmación de la película en Talara.

Cuando pequeño recuerdo haber visto en Paita la “Miss Texas” una embarcación dedicada al “sport fishing” y la cual fue rentada para uso de Hemingway durante su estancia en Talara, a finales de los 60 le daban mantenimiento o calafateaban en el astillero de don Juan Chunga en el Toril, me contaron que después se la llevaron al sur de Lima y la compró un inmigrante italiano que la reconstruyó de manera diferente a la original, posteriormente pasó a otras manos que no solo le devolvieron la prestancia y aspecto original, sino que la regresaron a su escenario original: Cabo Blanco.
