Sharon B.
No existe un registro conocido de la tragedia -hasta donde este servidor investigó- que sustente de manera estricta e histórica lo que usted va a leer sobre el Sharon B, este ejercicio tiene elementos de novela y hechos reales, si usted como lector encuentra algún detalle que no concuerda con su concepto de lo real, para mí no resultaría problema alguno en documentar parte de los hechos y con sumo gusto actualizar el relato, se requiere algún tipo de comprensión en el sentido de que el lector no espere que esto se ajuste estrictamente a la realidad, esto no es un documento histórico por lo consiguiente debe leerse como lo que es, una recreación de los hechos, varios de los personajes son ficticios, y algunos son o fueron reales, aunque no precisamente en espacio y tiempo como lo fueron algunos de los eventos alrededor del verdadero y trágico accidente.
¡Gracias por entenderlo así!
El Arribo
Es poco más de medio siglo, ya ha pasado algo más de 55 años desde que sucedió la desgracia, algunos viejos pescadores la recuerdan muy vagamente, otros la escucharon de boca de amigos y familiares, fue la noticia entre pescadores de antaño a lo largo de la costa norte, otros pescadores como yo la recordamos en la lejanía vaporosa de nuestra memorias con flashes intermitentes de los detalles, esta es una historia que intentaré narrar, perdonen si me equivoco, los años no pasan en vano, les iré contando lo que buenamente recuerdo.
Mi nombre es Gaetano Scaffidi pero siempre me han llamado Tano, mi madre cuenta que así me llamaba mi padre desde pequeño, él fue un inmigrante siciliano que llegó al Perú a principios de los años 30 del siglo pasado, emigró a Sudamérica una vez que Mussolini ascendió al poder, según contaba mi madre, mi padre lo detestaba en demasía, el egocentrismo, el culto a la personalidad y las ideas del Fascio muy contrarias a las socialistas que él adoptó hicieron inevitable que saliera de Italia antes de la Segunda Guerra Mundial, fueron casi 10 años de sumisión del pueblo italiano al delirio del Duce, 10 años fueron suficientes, dejó atrás a su familia en la pequeña villa de Campanella, la cual está al extremo noreste de la isla casi llegando al estrecho de Mesina, previamente ya había establecido un intercambio epistolar con un compatriota quien trabajaba en un colegio católico en el norte peruano. Este último le animó a emigrar.

Su primer paso fue viajar al este francés, allí se embarcó en Brest en la costa bretona, en uno de los vapores de la desaparecida Grace Lines en la ruta a Panamá, esta hacía escala en Guayaquil, en el último tramo recaló en Paita a dejar carga y pasajeros y luego se dirigía hacía el Callao, aquí fue donde todo comenzó para mí.
Mi padre falleció cuando yo apenas tenía 4 años, tengo muy pocos recuerdos de él en esos primeros días de mi infancia, crecí y viví en Paita, en mi época de escolar dejé la secundaria y no andaba muy orientado, un primo me llevó a trabajar en carreteras por ruego de mi madre, a los 19 años ya era un experto dinamitero, usaba con destreza el teodolito y -por qué no decirlo- muy amoroso con todas las chicas entre Huaura y Pativilca; pero el destino no siempre lo dicta uno y el tramo de carretera llegó a su fin, mi primo dio fe de que algo me había reformado así que regrese al norte, mi prima Marietta había entablado amistad con un capitán portugués y por mediación de ella conseguí embarcarme en un “cañero”, me haría pescador a como diera lugar, nada tenía que hacer en las estrechas calles ni en el monótono ambiente porteño de los 50s.
Ya habían transcurrido unos 10 años desde esa primera vez, mientras absorto contemplo el reflejo de las luces que se extienden en las aguas tranquilas de la bahía, el aire frío y seco en los muelles de San Pedro son la combinación perfecta, es la imagen ideal de la calma, la serenidad del amanecer, al extremo del muelle 73 se destaca la silueta de un hombre de mediana edad, usa una colorida caña de pescar, al lado su caja de señuelos, intenta con paciencia pescar algo; pero sin éxito, lanza el sedal monótonamente una y otra vez, el disfrute del momento , del relajado ambiente quedan en mi retina, esto es casi una acuarela pienso mientras tomo el último sorbo del ralo café americano.
Regreso de vuelta a la cubierta del percudido cañero, San Pedro está a tiro de piedra de Long Beach, llegamos después de una larga, movida pero lenta travesía de más de 20 días, con salida desde Coishco hasta San Diego primero, a casi 4,000 millas náuticas de distancia, después de los trámites de aduana y migración nos trasladamos a San Pedro a unas 50 millas al Noreste, siempre a mi lado Pepe que apenas contaba con 19 años y si bien no era su primer viaje al extranjero, ya se sentía con más experiencia entre sus compañeros mayores.
Vientos de innovación soplaban en el ambiente de la pesca de atún, para entonces ya se había probado con éxito la combinación de redes sintéticas de nailon y el “power block”, los barcos de cerco en el ambiente pesquero norteamericano no eran nuevos, de hecho, ya existían bolicheros, pero el gran salto aún no se había dado, en 1955 Anthony Misetich fue quizás el primero en usar el invento creado por Mario Puratić (pronunciado o deletreado Puretich en inglés) en 1953.
Estimulado por el éxito del cerquero Anthony M con la nueva maniobra, Sun King el pequeño cañero americano con base en Perú, en Coishco para más exactitud y al mando de Larry Zuanich fue convertido a barco cerquero en 1957, por consiguiente, fue el primer cañero norteamericano convertido a cerquero.
A consecuencia del éxito probado del Sun King y posteriormente del Southern Pacific de Lou Britto , se desató una serie de conversiones en la industria atunera norteamericana, en esos días se comisionó a un grupo de pescadores peruanos entre los que me encontraba este servidor, para llevar de vuelta desde Coishco al país del norte el cañero “Heroic” de propiedad del norteamericano de origen español Manuel Cintas, este cañero de aproximadamente unas 210 toneladas de capacidad y que había estado pescando en aguas peruanas, asumo que había cumplido su rol y tal vez sería parte de una conversión o sería reemplazado por un cerquero que llegara con la nueva modalidad de captura y mejor desempeño.

La Estadía
Los días pasaron sin prisa, los tripulantes ocasionalmente salíamos a pasear en las inmediaciones de Long Beach, nos distraíamos comprando ropa, regalos y tabaco también, no ganábamos mucho pero para nosotros era suficiente, la actividad en los muelles y la pesca de entonces era plena y las embarcaciones entraban y salían, las enlatadoras de atún propias del lugar bullían de actividad, la economía posterior a la guerra de Corea seguía creciendo y por lo consiguiente la demanda de atún enlatado.
El “Heroic” era un típico “clipper” de los muchos que fueron a pescar en las costas peruanas en la década de los 50s, la tripulación que lo llevaba de vuelta a su puerto de origen estaba compuesta de peruanos en general y paiteños en particular, entre ellos iba Pepe Saravia, conocido cariñosamente entre los compañeros como el Chueco por lo arqueado de sus extremidades inferiores, dicen que en una pelea de gatos estos pasaban por entre sus piernas y él ni se enteraba, también Richard Castillo, Juan Gomez Silva más conocido en el ambiente pesquero como Macuito, mi persona y otros que ya eran conocidos pescadores cañeros.

Brady se acercó con una caja de cartón en los brazos, el gringo era uno de los empleados de Star Kist, de unos 50 años fumaba habanos y usaba lentes gruesos tipo carey, destacaba en su antebrazo derecho un todavía colorido tatuaje de los Marines, un largo puñal rodeado por una orla decorativa y el lema “Semper Fidelis”.
–Hey fellas, grab this! Come si diche?-, hey you… yes, you, you… Pepo, Pepo!
– Saravia lo miró con cara de pocos amigos, era obvio que al Chueco no le gustó que lo hayan llamado Pepo, se acerca dubitativo y abraza la caja, mira al gringo fieramente y parece preguntarle con los ojos nuevamente que hacer.
–Take it easy buddy! Anybody around speak english?
Pregunta y gruñe el impaciente gabacho, de los presentes, salta un mexicano que hacía guardias por la noche y a veces hacía de chófer y media entre los dos.
– Pepe, no le hagas caso, dice el pinche vato -refiriéndose a Brady- que repartas lo que está dentro de la caja a los compañeros.
– Ok, gracias. Apenas murmura el Chueco y vuelve a mirar con desconfianza al gringo que inunda de humo el pequeño espacio donde se encontraban, Pepe lo observa con sus ojos verdes profundos, ojos de gato, ojos de respeto cuando se le revolvía el carácter, siempre había sido así, desde pequeño, inclusive cuando decidió embarcarse a los 13 años en él Sea Giant, -uno de los primeros cañeros que arribaron a costas peruanas- ahora con 19 se comía el mundo por delante de él.
Dejó la cubierta y bajó al comedor con la caja, había una docena de gorras y otra caja de cartón con navajas, cuchillas que el pescador usa para cortar y reparar redes, todo muy útil, antes que alguien lo advirtiera tomo dos y las apartó para él, a cada uno de los compañeros que habían hecho la travesía les repartió.
Macuito era un poco mayor, era la personificación del paiteño vivaracho, mosca, listo, despreocupado, pero con algo más de experiencia, excelente pescador, solo sobrepasado por su capacidad de bromear con todos -sin excepción-, a él también le dio su gorra y cuchilla.
– ¿Qué mierda te decía el gringo?
– ¡Que chucha me preguntas! -respondió el ojiverde- y arrugaba los labios de tal manera que acentuaba aún más su descontento y posaba sus ojos inquisidores y asesinos en el rostro del compañero.
– ¡Chueco de mierda que me miras así! -y les devolvía la mirada directa a los ojos-, lo retaba, pero solo era en broma, luego se abalanzaba sobre él e intentaba besarle la nuca.
– ¡Ja, ja, ja concha tu madre Macuito, maricón de mierda; pero ya era imposible para el contener la risa, el ambiente era distendido, el gringo se asomó por el comedor, preguntó por el maquinista y se dirigió a la sala de máquinas, Pepe lo miró con fastidio y murmuró entre dientes: ¡Gringo de mierda…!
Todos sabían que llevar el barco a otro puerto en tan larga travesía les representaba un ingreso, que por supuesto era mejor que no hacer nada, pero todos ellos consideraban que su trabajo no era llevar barcos de un lado a otro, su trabajo y por el cual deseaban volver al mar era la pesca, la caña, llevaban tres días en San Pedro y al día siguiente irían a Terminal Island, por lo pronto parecía que el “Heroic” iría destinado al dique a ser transformado, pero eso era algo que ya no era de su incumbencia, mañana sacarían sus pertenencias y los llevarían al otro barco.

– ¡Ya veremos donde chucha nos mandan! Mascullé para mí mismo.
Dos vehículos llegaron al muelle a recoger la tripulación, un Ford Galaxie cupé, este brillaba con sus parachoques de cromo, era impresionante, el otro de ellos era una “station wagon” Chevrolet Impala celeste con asientos tapizados en una combinación de colores beige y crema, el piso finamente alfombrado en celeste, me llamó mucho la atención en la puerta posterior un asiento en sentido inverso, es decir mirando hacia atrás, este era abatible, el olor del interior era sumamente agradable, olía a nuevo. Nos acomodamos sin prisa, tres adelante uno al lado del conductor y uno en el asiento abatible atrás, luego fuimos a la salida con dirección al muelle donde terminaba de descargar el barco que debíamos abordar, sentí algo de hambre, pero ya el cocinero había terminado sus labores en el “Heroic” y solo nos habíamos preparado un emparedado y una taza de café.
Fin de Camelot
Pasamos un taller a la derecha de la entrada, el conductor parecía haber tomado un atajo por un pasaje estrecho en medio de una serie de edificaciones de ladrillo rojo y grandes ventanales, el sitio silencioso y poco transitado, al final desembocamos en una avenida más amplia y llena de vida, con autos alineados en las intersecciones, peatones cruzando estas, al lado de una barbería logro observar un grupo de personas congregados mirando una pantalla de televisión, otros escuchando la radio, noto caras de angustia, pero no logro entender lo que está aconteciendo, una mujer de raza negra llora y se abraza con otra, veo personas en una actitud de constricción , adolescentes, niños, trabajadores, siento un ambiente de tensión.
-Me dirijo al chófer mexicano y le pregunto:
– Hey, Tequilón, mi hermano ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando?
– ¡No lo sé, no tengo idea alguna! -responde con cara de angustia- sintoniza la radio, gira el dial, aminora la marcha y se orilla a escuchar con detenimiento.
– ¡No chingues! ¿Ahh?
– ¿Que pasa oyee?
– ¡Hijos de su chingada madre! ¡Se lo chingaron al güey! Al Kennedy cabrón, lo acaban de matar en Dallas… ¡Chingue a su madre!
El chófer estaba como en shock, mordía su labio inferior, respiraba hondo y agitado, los compañeros en absoluto desconcierto me preguntaban que sucedía, abrieron las puertas y descendieron del Impala, se miraban entre todos.
– ¡Acaban de matar al presidente!, al de aquí, al Kennedy… en Dallas dije pausadamente para que me entendieran bien.
– ¡Oe Tequilón , oe mano, tranquilízate, nos sentamos por un momento a la orilla de la calzada, mejor llévanos de una vez al barco ¿Sí?
Lo miré como rogándole, el ambiente en las calles era silencioso, extrañamente silente, en algunos grupos se notaban rostros taciturnos, debíamos salir de allí, irnos al otro muelle, al otro barco. Después de algunos minutos retomamos el camino, nadie decía una palabra, el chófer iba musitando algo entre dientes, el acceso a los muelles no representaba ningún tipo de control, en la caseta de vigilantes ningún tipo de inspección, solo un gesto sombrío y una breve seña para avanzar, la conmoción era general.
El auto se detuvo al lado de la cubierta de una embarcación relativamente pequeña como de 26 metros, un poco más pequeña que el “Heroic” en eslora, acoderada a lo largo del muelle, realizaba labores de descarga de atún, esperamos por un momento, había mucha gente y operarios alrededor, los comentarios con el personal alrededor del barco solo se centraban en el magnicidio. Una hilera de embarcaciones colmaba el largo del muelle, personal de tierra guiando a los wincheros la colocación precisa de la carga, el ruido de la manipulación de las ollas metálicas en los camiones de transporte irrumpía en el ambiente con sus estruendosos aterrizajes, el penetrante olor de la salmuera y el atún era notorio, caminamos con cuidado entre el agua viscosa y pestilente de las ollas de atún.

Brady apareció con su infaltable puro y gruñó:
– Fuck, Johnson was just sworn in on the plane, two hours later, JFK’s blood hadn’t even fucking dried!
Metió las manos en sus bolsillos y dio media vuelta, se alejó de nosotros y se quedó pensativo al filo del muelle, como recordando a lo que había venido, giró el cuerpo y dirigiéndose al grupo nos hizo señas con los brazos extendidos para abordar.
– What are you waiting for?
Cargamos en alto los “seabags” y los transferimos a la embarcación, nuestra nueva morada era nada menos que un pequeño barquito de madera de más o menos 25 metros, se veía recién pintado , solo la borda al lado de babor se notaba algo deteriorada por su uso en las faenas de pesca además de las labores propias de la descarga, trepé de vuelta al muelle para observarlo con detenimiento, camine de proa a popa, era blanco en su totalidad con bordes ocre oscuro, resaltaban con su color naranja intenso los salvavidas circulares a los lados del puente, en la proa se leía claramente “Sharon B”, la jarcia perfectamente alineada y al tope su pequeña y estrecha cofa, calculé que no entraba más que un hombre, ese pequeño cubículo que sirve para otear el horizonte desde mayor altura, ese pequeño nicho que es como el puesto de mando del capitán en un lance de pesca, caminaba lento mirando los detalles, al frente del área de acomodación cuatro portillos o ventanillas probablemente del camarote principal, en el puente, cubiertos por una lona gruesa los binoculares a ambos lados, el “skife” en el agua y sujeto a la popa, por estribor y amarrado a esa banda estaban otros dos pequeño “purse seiners”, el “Corsair” y el “Sea Boy” los demás compañeros tras acomodar sus pertenencias salieron a estirarse a la cubierta, y a tomar algo del ralo café americano que nos acompañaba de barco en barco.
El ambiente de este muelle difería mucho del anterior, este si era un muelle bullicioso y tenía todo el movimiento incesante de un centro pesquero y las actividades conexas a las varias enlatadoras del complejo.
Apenas terminada la descarga debíamos regresar al muelle primero, donde habíamos dejado al “Heroic”, una vez terminado de lavar el único tanque lo que sucedió casi al terminar la tarde, nos dirigimos al muelle de San Pedro a unas 4 millas de Terminal Island, era más cómodo para nosotros, este estaba bastante cerca de la calle Miner que cruzaba al frente, destacaba el techo arqueado de un taller de soldadura el Pacific Coast Welding, al lado un pequeño restaurante de comida mexicana, el día no había terminado aún, sin embargo no estuvo exento de eventos, que no solo serían un hito, una marca, una señal en la vida de cada uno, sino en la historia del mundo, estábamos en plena guerra fría, el reino de Camelot había terminado por sangre y con inmenso dolor.
Busqué mi camarote y me acosté en la litera, necesitaba dormir, me levanté hasta el día siguiente.
Los Preparativos
El viejo Brady estaba en el barco, podía sentir el penetrante olor de su habano, salí a la cubierta escapándome de la pestilencia de su puro, unas cajas de conservas y comestibles apilados en el muelle, mientras un pequeño camión empezaba a descargar otros materiales. Los tripulantes empezamos a congregarnos y alistar la carga de todas esas cajas del muelle al barco, hicimos una cadena humana, el cocinero era el paiteño Ojeda, quien revisaba los vegetales y separaba estos de las carnes y enlatados.
¡Esa carne en el congelador, si, en el de la izquierda! y los vegetales en el de la derecha… si, el tomate por favor encima de todo! Giraba instrucciones, la cantidad y calidad de los víveres nos animaban, había helados de fresa y chocolate, pepinillos encurtidos, mermelada de arándanos, mantequilla de maní, latas de “clam chowder”, etc. iban incluidos en la dieta que tendríamos ese viaje. Bueno en la noche le daría una silenciosa visita a la gambuza, esos helados me habían guiñado el ojo… mmm no podía esperar. Además de los comestibles, embarcamos materiales con destino a Perú, rollos de hilo, falsa mallas, corchos, cadena, agujas para remendar, pintura, brochas, herramientas, madera, cartas de navegación y cigarrillos para el puente, bombillos de repuesto, baterías, cajas de filtros para la máquina principal, sacos de “waipe” o estopa, latas de grasa, en fin la lista era grande, poco a poco fuimos ingresando y distribuyendo los suministros, el viejo Brady observaba callado y ocasionalmente hacía indicaciones.
Al cabo de un poco más de una hora terminamos con todo, era evidente que zarparíamos pronto, un día más a lo sumo pensé.
Pepoo! Ja, ja, ja, llame al Chueco, me miró con esa cara de pocas pulgas, ¡jajaja ríete mierda! pareces culo de vieja con esa cara de amargado, llegué por detrás y le di un besito en la nuca, pegó un salto como si lo hubiera tocado con un cable eléctrico.
-Oye mierda déjate de mariconadas! Ja, ja, ja, se acercó Macuito apoyando la broma.
– A ver! dije, como Macuito si te da besitos y no dices nada ja,ja,ja… Macuito lo abraza de manera amical y en tono conciliador dice:
– Ya Chuequito…no le hagas caso no ves que te está jodiendo, no termino de reírme y me acerco, este deja que llegue a su lado, levanta la pierna derecha en forma exagerada y larga una fuerte ventosidad y sale corriendo entre carcajadas.
-Me cagaste Chueco de mierda y todos nos reíamos, les indico que era la hora para ir a almorzar.
-Vamos ya tengo hambre! Macuito responde. Ojeda está atrasado con lo de recibir los víveres por lo menos una media hora y me muero de hambre, me metí la mano al bolsillo y encontré diez dólares, tuve un imprevisto ataque de generosidad.
-Vamos a comernos, aunque sea un taco al “Jolly”, yo les invito!
Cruzamos en diagonal la calle, pasando cerca del taller de soldadura, el lugar era pequeño, si acaso unas 5 o 6 mesas, una barra y una rocola, todo parecía indicar que era un restaurante familiar, nos sentamos en la barra, pero la atención no estaba centrada en la comida sino en la bella chica que nos atendió.
–Hi, are you ready to order? Macuito me miró, Pepe viró los ojos hacía el ventilador del techo.
– ¿Hablas español? -pregunté-
– Ah ok, y sonrió, si sorry, ¿Qué van a ordenar?
-Para mí trae un burrito y dos tacos de carne, dos cervezas y una Dr. Pepper
– ¿Que cerveza? Tengo Miller, Budweiser, Schlitz, también tengo San Miguel mexicana!
-Dame San Miguel y para Pepo una Dr. Pepper, ja, ja, ja! reía, Macuito agrega: ¡por un pelo casi le ponen tu nombre a la gaseosa!
Engulleron los tacos y bebieron lentamente las cervezas y el refresco, en la rocola sonaba la inconfundible música de Henry Jerome, Pepe miraba de reojo y ocasionalmente establecía contacto visual con la chica, ella sonreía mientras atendía a otros parroquianos, la música se alterna, ahora con Javier Solis y Vereda Tropical, Pepe se sentía embelesado cuando decidimos marcharnos.
-Ya vamos, deja de mirar tanto a la churre oe!
Pagaron y regresaron lentamente por el desolado muelle, hacía el Sharon B a escasos metros.
Ok boys, tomorrow we are shifting from here to fuel dock, then leaving to Peru once we are done, ok Pepo!
Pepe sonreía y asentía a la vez, disimuladamente me susurra preguntándome, ¿Qué mierda dice el gringo?
No sé, creo que vamos a hacer combustible, ¡Oe Tequilón ¿Qué dice el bigote? refiriéndome a Brady.
Que vamos a movernos de aquí al muelle de combustible y tenemos zarpe para la tarde más o menos.
El navegador era un muchacho de origen italiano Vince Lauricella su padre había emigrado de la isla de Stromboli en 1932, este sirvió con los Marines en Tarawa en el frente del Pacífico Occidental, al final de la guerra siguió en el negocio de la sardina hasta que falleció en 1960, Vince de 27 años había trabajado en la pesca de atún; pero nunca había pasado de pescar hasta la Isla de Roca Partida al Sur oeste de Cabo San Lucas , su primera experiencia lejos de las costas de California era haber llevado a Puntarenas, Costa Rica el cañero Southern Seas como navegador, ahora sería el responsable de llevar hasta Perú al pequeño Sharon B.
El potente ruido del arranque de la máquina principal los alertó, dejaron el almuerzo a medio terminar, Macuito daba instrucciones.
-Anda a la proa y atento con las líneas! Apúrate hombre! – Apuraba el paso a uno de los tripulantes- otros más en la cubierta y en la popa, la panga iba remolcada, la subiríamos una vez que zarpáramos.
Brady en el muelle soltaba las bozas, se recogieron y acomodaron todos los “jibilays” el barco se fue apartando muy lentamente del muelle, con un fuerte remolino de la propela se alejó completamente, iba muy despacio, avanzó solo unos metros y maniobró enfilando la proa hacia la salida del canal principal, esquivó el espigón a babor y apuntó hacia el punto de carga de combustible casi frente al Fish Market.
Brady y Tequilón ya estaban del otro lado, esperando por los “jibilays”, lentamente fuimos girando hasta quedar acoderados al lado de babor, el maquinista y el asistente eran los actores principales y tomaron la batuta de las maniobras propias de cargar combustible, Vince se acercó a la base del mástil, soltó la briza seguidamente ató e izó la bandera roja de peligro, señal inequívoca y de advertencia de carga de combustible, ordenó la señal de no fumar, miró a Brady aún en el muelle y le hizo gestos de desaparecer el pestilente puro, el gringo respondió con una gesto afirmativo y lo apagó.
Matteo (Mat)Polzak era el “chief” , ítalo americano originario de Barcola una pequeño poblado en las cercanías de Trieste en la frontera actual de Eslovenia con Italia, de unos 60 años, de apenas un 1.60 de altura, pero con la energía de un adolescente, se acercó a la borda junto con Freddy Salazar el filipino quien era su asistente de máquina, recibieron las mangueras para trasegar combustible, las arrastraron junto a personal de tierra hasta un tanque lateral en la sala de máquinas, al cabo de unos minutos y alguna preparación dieron la señal y el combustible empezó a fluir, tenían a bordo solo 8,000 galones y debían llevar para la travesía al menos unos 7,000 galones más para los auxiliares y el remanente de seguridad.
Con un General Motors de dos tiempos Modelo 4-268A de 250 caballos de fuerza nos daba seguridad de llegar sin contratiempos, dicho esto el zarpe sería una vez completado el abastecimiento de combustible.
– A las 5 pm., Mat el chief sube desde la máquina principal, avisa que la carga de combustible está completa, todos estábamos atentos ayudamos a sacar las mangueras con cuidado para devolverlas al muelle, llega el navegador y nos avisa:
– ¡Saliendo subimos el skife, y aseguramos todo ¿Ok?, todos afirman, Macuito encabeza el grupo en dirección a la cubierta.
– Vamos con ese doble! se lanza el auxiliar y el winche, dos hombres llevan el doble block a popa, enganchan el cable del skife y empiezan a levantarlo, el motor denotaba un gran esfuerzo, como si pujara con un chillido, al llegar a la posición el winche frena, se escucha el freno de aire..pssstt!, el hombre en la proa de la panga alcanza el cable para asegurarla, la maniobra termina sin contratiempos, el barco se despega completamente del muelle, Brady y Tequilón agitan los brazos en señal de despedida, Vince entra al puente y activa el paso de aire, el pito suena con gran estruendo, casi como un tren que se escucha hasta Terminal Island.
Pepooo, good bye! y Brady agitaba los brazos en señal de despedida, Pepe levanta la vista y agita la mano, pero entre dientes dice: ¡Chao gringo de mierda! y se tira un sonoro pedo que todos salen corriendo y carcajeándose!
La Travesía
Algunos suben al puente a observar por última vez el puerto, la figura de este saliendo del rompeolas se va haciendo gradualmente cada vez más pequeño, rumbo sur oeste para eludir Isla Catalina y después de una hora cambia a Sur, el navegador iba observando el curso y trazando en su carta, no éramos muchos tripulantes así que nos turnaríamos cada 3 horas, Vince habla con Macuito y establece el rol de guardias en el puente, este asiente y escribe en una pizarra la lista.
A media noche se nota en la distancia el resplandor de la ciudad, San Diego probablemente, la mar está calma, el Sharon B va asentado pero el golpe de la mar en la proa no salpica el agua del mar en el puente, la constante es el tremor que producen las máquinas y los motores auxiliares, estamos a fines de noviembre y está frío; pero eso se soluciona con una buena chaqueta y buen café, me toca guardia de 3 a 6 am. es hora de dormir, nos esperan dos semanas de monótona navegación hasta Chimbote.
Es apenas 28 de noviembre, el destino sigue inexorable su curso, en ese momento nadie podía presagiar cual sería este. Después de tantos años un escalofrío recorre mis antebrazos, encojo mis hombros, entrecierro los ojos y busco distraerme en algo diferente, no es fácil esquivar el recuerdo.
Como era de esperar el viaje transcurrió sin mucha novedad, pequeñas variaciones de curso por el navegador para ir acercándonos a aguas peruanas, durante la travesía se reportaba regularmente con la oficina en San Pedro con Mr. Goran Blaslov, uno de los croatas que era parte del “staff” de la empresa y quien estaba a cargo de los pormenores de la travesía y de algunos detalles de la pequeña flotilla que operaba en sus plantas en Perú.
– SK San Pedro aquí WWD 5791 Sharon B ¿Me copias Goran? ¡Cambio!
-SK San Pedro buenos días ¿Me copia? ¡Cambio!
– ¡Hola Vince, Buenos días! Adelante, SK San Pedro, Goran aquí, ¿Qué hay de nuevo? ¿Como va todo? ¡Cambio!
– Hey! buenos días Goran, todo sin novedad, ayer un poco de marejada, pero a velocidad constante calculamos llegar en unos 5 días, el viejo Mat ayer hizo cambio de aceite de un auxiliar, todo va cual se planeó estamos a unas 1.100 millas de Chimbote, 130 millas al este sur este de La Isabela Galápagos, estimo que unos 5 días si no hay inconvenientes. ¡Cambio!
– Ok copiado, estoy enviando vía cable toda la información del barco tu ETA está más o menos para jueves o viernes 14, es así ¿No?
Correcto responde Vince, ok te confirmo mañana cuando tengo respuesta de Costera Perú. ¡Cambio!
– Roger, roger Goran then see you tomorrow. Over and down!
Recibimos la confirmación de Goran, amanecimos 14 de diciembre a unas 25 millas nor oeste de Chimbote, nos cruzamos con algunas bolicheras con rumbo norte que dejamos por la banda de estribor, el aire era frío y la neblina no dejaba distinguir el horizonte, la tripulación estaba en el puente, ansiosa por ver el puerto, Chimbote es un puerto vibrante, de intensa actividad pesquera y que a esa distancia no se revelaba aún ante nuestros ojos, Vince y Polzak en el puente discuten sobre lo que van a hacer en un par de horas cuando lleguen, el estrecho puente huele a café y tabaco entre el constante ruido de las diferentes radios, las voces chillonas de los patrones locales interrumpen de manera constante en el puente de mando.
– Patillo,patilloooo yaaa me escuchas venga compadre, pa donde corres?
– Hermanito dile al negro Omar cuando lo veas que la otra semana me voy para Paita, voy a correr una hora pa arriba y si no encuentro nada voy pa fuera un rato, por allí estuvo la jugada ayer temprano, para allá han corrido la Dos Hermanos y la Lucy, te paso el cabo y te remolco si quieres compadre ja, ja, ja!
La cháchara era constante, cambiamos de canal y sintonizamos el 16 en VHF para llamar a la costera, la Isla Santa estaba como a unas 10 millas apenas a unos 10 grados a babor, la proa apuntaba al paso en medio de la Isla Blanca y las Islas Ferrol, el ambiente estaba lleno de vida marina, aves costeras, la neblina empezó a desvanecerse gradualmente, Vince bajó por un café, Ojeda el cocinero le preparó rápidamente unos “scrambled eggs”, y tostadas, las untó con mantequilla de maní y mermelada. Nunca pude entender la fascinación de los americanos por esa nada convencional combinación, devoró los huevos y subió de vuelta al puente con su taza de porcelana china repleta del omnipresente y siempre ralo café americano.
La isla Santa iba quedando a nuestra banda de babor, la formación rocosa blanquecina por el efecto de las heces de miles de aves guaneras que mantienen allí su hábitat permanente, aunado a la temprana neblina le daba un aspecto blanquecino inusual para los ojos de los foráneos, la brisa penetrante única del mar peruano era novedad para los gringos, pero una señal de bienvenida para los tripulantes locales.
Pasamos la Isla Blanca y dejamos por estribor las Islas Ferrol, íbamos girando gradualmente adentrándonos por completo en la amplia bahía de Chimbote hasta apuntar al fondeadero con rumbo norte.
-Pssssttt se escuchó el control de aire y la desaceleración de la máquina principal.
– Costera Chimbote, this is Sharon B WWD 5791 do you copy? coming please, over!
– Sharon B WWD 5791 Stand by, over!
-Ok, please drop anchor one mile from the wharf, and wait for customs, do you copy? Over!
Al cabo de una hora una lancha recubierta de neumáticos por ambas bandas a manera de defensas se acercó por babor y saltaron 4 oficiales por la mesa de la red, el procedimiento transcurrió con la parsimonia propia del comité de recepción de capitanía y aduana, Vince ya había sido aleccionado por Sarmiento el gerente de planta de Coishco, así que tenía preparada unas botellas de whisky y cartones de cigarrillos Lucky Strike, tenía Camel por si alguien los prefería.
La reunión protocolaria transcurrió en el estrecho comedor, tras la revisión de los papeles, el manifiesto para aduana, hicieron una rápida inspección ocular y se retiraron con su nada disimulado regalo, una señal de las malas costumbres del país al que había llegado, una costumbre que podía parecer común, pero se arraiga en los usos y costumbres como un mal endémico.
Apenas se había iniciado el primer periodo de gobierno de Belaunde Terry y todo parecía mantenerse anclado aún en el pasado, el país parecía apenas haber pasado de sepia a blanco y negro, mientras en otras latitudes el progreso y la vida era en technicolor.
Coishco
Al mediodía ya habíamos fondeado en Coishco, apenas a unos minutos de la bahía de Chimbote, esta esquina de la costa peruana se mostraba árida e inhóspita como mucho del desierto que distingue esta zona natural del país.
¿A quién se le había ocurrido erigir una planta en este solitario lugar? No había nada que resaltar, apenas era un diminuto poblado, el aspecto gris y triste salpicado apenas por unas pequeñas casas de material endeble, lo único rescatable era las estructuras propias de la enlatadora y el muelle de madera que me recordaba al Toril de Paita, pero este último sin duda era más lindo, esta empresa propiedad de StarKist de Star Kist Food, subsidiaria de la empresa norteamericana H.J. Heinz era junto a la otra que tenían en Paita, sus inversiones en la costa peruana, si a eso le sumábamos los diferentes barcos que operaban, sus bienes eran considerables entre la incipiente flota pero ya destacada industria pesquera peruana a nivel mundial.
Para los primeros días la empresa contrató un “wachiman” para hacer las guardias a bordo del Sharon B, Vince y Polzak se mantenían en la embarcación sin salir, de momento la tripulación tenía libre, después de tan tediosa travesía la mayoría se encaminaron a la ciudad de Chimbote.
En las afueras de la fábrica esperábamos el transporte, un destartalado pick up Desoto, había sido acondicionado como un pequeño bus y prestaba el servicio entre Coishco y Chimbote, entonces no existía el túnel actual que acortó y cambió el trazo de la Panamericana, después de un escrupuloso baño, nos enfundamos para estrenar nuestros nuevecitos Lee Riders sanforizados, tiesos como un “seabag” pero eran la envidia de los demás, holgadas y elegantes camisas hawaiianas, algunos portabamos lentes Ray-ban, y zapatos Florsheim de $50, tabaco Camel en lugar del Inca, el áspero tabaco negro nacional, todo estaba preparado para impresionar a las chicas, brillantina, colonia y una billetera abultada no podía fallar la combinación.
Después de almorzar y deambular por el centro de la ciudad, llegaba la noche y nuestro destino era las afueras de la ciudad, en la Panamericana sur, allí existía La Rosada y La Blanca, un par de casas de citas donde daríamos rienda suelta a nuestras reprimidas ansias amatorias.
En esos años esta ciudad recibía inmigrantes de todas las latitudes del territorio nacional, debido al boom pesquero, La Blanca y La Rosada se encontraban en la tercera cuadra de Olaya y la séptima de Enrique Palacios, después se trasladaron a una ubicación diferente, en las cercanías de lo que es hoy el Estadio Centenario, para guardar las apariencias pedíamos al taxista que nos llevara a Trapecio izquierdo para distinguirlo del barrio El Trapecio al lado derecho de Meiggs, de norte a sur. Nadie decía; “al chongo”
Pepe sacó sus cosas del barco, quería irse a pescar ya había estado en otros cañeros y no le atraía la idea de estar en Coishco. Originario de Catacaos pero criado en el ambiente porteño de Paita, se embarcó por primera vez en el “Sea Giant” con Joe Souza como capitán, trabajó al lado de Nitto Morello desde los 13 años, su experiencia lo llevó a diversos cañeros y a ser considerado por los capitanes para trabajar, así como fue llamado para llevar el “Heroic” y traer de vuelta el “Sharon B”, su hermano mayor el “Pavo” Eloy tenía mayor recorrido pero hasta esa fecha no habían coincidido, ya lo había decidido él se iría y su hermano saldría en este pequeño “purse seiner”.

– ¿ Oee que es en serio que te vas? Le espetó Macuito al Chueco, lo miró como reclamándole.
– Si me voy, no me voy a quedar en este hueco, ¡me voy a Paita allá tengo chance en cualquier barco y estoy cerca de la casa! El “Pavo” debe estar llegando hoy o mañana, si quieres lo agarras de punto para joderlo; pero yo me voy “papacito” y le dio un pellizco en las nalgas y rompió en carcajadas.
Se que después se embarcó en un barco de bandera canadiense el “Kepshie”, no fue la última vez que vi a Pepe; sin embargo, nuestros trabajos nos llevaron por diferentes rumbos, no volvimos a compartir en un mismo barco, yo viajaría posteriormente a la capital por un tiempo y de allí regresaría también al norte, a mi lugar de origen, pero aún faltaba cierto tiempo para eso, antes sería testigo de un evento que me marcaría para siempre.
En efecto Eloy llegó pocos días después y se asimiló rápidamente a la tripulación, Macuito ya se había desembarcado así que él tomaría la batuta de la cubierta, Eloy como Pepe tenían herencia vasca en su sangre, no era muy alto, pero si fornido, de tez morena, pelo negro azabache y usaba un gran copete y perfectamente peinado, de bigote frondoso y perfecto, tenía una voz enronquecida quizás por el hábito del tabaco, era jovial y querido entre sus amigos.
Por esos días operaban y descargaban para la planta de Coishco el “Intrepid” al mando del Capitán Ray Jones, el “Santa Anita” lo había tenido a cargo Avelino Goncalves, también estaban el “Sun King” de Larry Zuanich, el “New Era” que lo capitaneaba Valentín Gamboa, también se habían incorporado el “Freedom” y el “Ruthie B”, aunque los cerqueros operaban más al norte y sus entradas a Paita eran constantes, igualmente podían descargar en CONULSA la otra planta de Starkist en el puerto norteño, la competencia con las baratas importaciones japonesas impulsaban con gran fuerza las exportaciones a USA, además de eso también se enlataba atún de menor calidad, del tipo “grated”, esto era el día a día de las enlatadoras americanas en suelo peruano.
Poco después Mateo “Mat” Polsak y Vince Lauricella regresaron a San Pedro, el puesto de maquinista lo tomaría Yuro un croata de Split que probaba suerte en las Américas y el reemplazo de Vince que era también un yugoslavo de nombre Dusan proveniente de Kali una isla cercana a Zadar.
En la Starkist de Coishco vivía el ingeniero de producción, el Sr. Rossi, su esposa e hijo Silvio, un pequeño en la transición a la adolescencia, su espacio de vida era la planta y todo lo que lo rodeaba, su ambiente de juegos, eran los talleres, las fajas transportadoras, el ambiente pesquero era inherente a su diario vivir.
Cuando llegaban los barcos siempre estaba atento a encontrarse con los perros de los barcos con quienes disfrutaba en sus correrías diarias, con ellos jugueteaba entre el muelle y la playa, era un ávido visitante de los barcos pesqueros, se sentía a sus anchas, sentía la libertad de entrar y salir de estos, deambular por las diferentes cubiertas, entrar y tomar sin restricción algunos refrescos o cualquier golosina del comedor. Su padre era uno de los actores del boom pesquero de esos días, allegado a Luis Banchero Rossi incursionaron como socios en la instalación de una fábrica de conservas, a la postre los avatares propios de la industria los separaron empresarialmente, pero siempre se mantuvieron unidos por el vínculo familiar, cuando Silvio terminó la secundaria en Chimbote viajó a Lima, donde vivió por cierto tiempo en casa de Banchero mientras estudiaba Ingeniería Electro Mecánica hasta la trágica muerte de este último en Enero de 1972.
El Evento
Carlos Arnao vivía a unas 6 cuadras en la calle Pescadores, a la siguiente de los hermanos Monzón. En la tercera cuadra del Jr. Leoncio Prado, en la quinta de la familia Armijo vivía Benci Perich, su esposa e hijos.
En esos días había un paro por mejoras salariales que tenía paralizada la fábrica, hubo uno en Junio de 1960, la ciudad de Chimbote fue el teatro de una verdadera sublevación popular a raíz de la muerte de cinco siderúrgicos en un choque entre la policía y huelguistas, mientras tanto los paiteños Leandro Chuna , Enrique Farías, y algunos trabajadores de planta se encontraban en una improvisada cantina en los alrededores de la planta, bebiendo cerveza y atentos a la evolución del paro general, con ellos también Juan Zapallón, que al escuchar el pito del barco se despide y camina al muelle, el gordo se decía que vivía con 4 mujeres y todas estas eran hermanas, un polígamo en Coishco, ¡Vaya vaya! ¡Que tendría ese gordo feo, seguramente plata!
Llega una camioneta a la entrada del muelle gris con unas botellas de oxígeno y acetileno, un grupo de operarios lidiaban intentando subirlas en la barcaza, el reloj marcaba poco más de la 1 pm. El lanchero Marques recorrió el pequeño tramo, se acoderó a babor y subieron las botellas a la cubierta.
Alfredo salió a comprar cigarrillos para el “Pavo” Eloy, era la hora de almuerzo y este era un fumador empedernido, el joven paiteño se montó en la misma lancha hacía el muelle, se cruzó con Juan Zapallón, caminó sin prisa hasta un pequeño lugar en las afueras de la planta. Ojalá me den una propina pensó.
Claudio Cáceres, chileno, el joven “galley boy”, consultó el reloj y vio la hora 1.15 hacía algo de calor mientras se apuraba alistando la mesa, esperaba la señal para tocar la campana y llamar a la tripulación para el almuerzo, esperaba la orden del capitán; pero aún no terminaban de reparar el arranque de la máquina principal.

Fernando Sarmiento era el administrador de la planta , estaba reunido con Luis Denegri el jefe de muelle, notó la demora para zarpar del atunero, descorrió las cortinas de la ventana y con los binoculares observó el movimiento en las inmediaciones del muelle, unas largas mangueras terminaban de suministrar combustible y agua a la “Sharon B” fondeada en la bahía , el fuerte ronquido de una de las barcazas que rompía el silencio le recordó que era Domingo y no había nadie trabajando en la planta, ya llevaban varios días así por el paro general. Escuchó el pito del barco llamando a la tripulación, saldrían esa misma tarde a pescar, o eso es lo que él creía.
Le pareció escuchar que alguien tocaba a su puerta.
La chica Castillo que trabajaba en el pequeño tópico del lugar se aprestaba a cerrar, solo se había acercado a verificar que todo estuviera limpio y en orden para atender a los niños de los alrededores al día siguiente, apenas tenía un botiquín con cierta dotación de alcohol, gasas y agua oxigenada, barrió y pasó el trapeador, ya tenía hambre, era hora de marcharse a casa.
La explosión ocurrió con tal fuerza que empujó el piso de la cocina y abrió un boquete a través de la estructura superior de la embarcación, la onda expansiva tiró por fuera de la borda a todos los tripulantes que departían en la popa esperando el almuerzo, todos fueron lanzados al agua, una serie de esquirlas incandescentes cayeron sobre la red y esta se encendió parcialmente, parte de la arboladura se desplomó sobre la cubierta principal, el winche fue arrancado de cuajo, las piezas del enjaretado de madera de la cubierta empezaron a caer a casi 200 metros de su epicentro sobre el muelle, y las casas alrededor de la fábrica, casi de inmediato la Sharon B empezó a escorarse y a hacer agua profusamente, los gritos eran aterradores.
Los pobladores se acercaron a la playa apenas sintieron la onda expansiva, niños y mujeres con crisis nerviosas, huelguistas, pescadores todos corrían a la puerta de ingreso, otros lo hacían por la playa.
Alfredo sintió miedo y el nerviosismo se apoderó de él por un momento, luego pensó que habría pasado con el Pavo y los demás, también se unió al gentío que ingresaba en tropel en dirección al muelle.
Carlos desde unos 500 metros observó la humareda, Silvio y sus padres pudieron observar el hongo de fuego y humo posterior a la explosión, su padre los calmaba, mientras nerviosamente intentaba atarse los zapatos para ir a la fábrica.
Leandro y los compañeros dejaron la mesa y las bebidas, los parroquianos del bar dejaron el local, si alguno de ellos estaba ebrio, la fuerte explosión los devolvió a la realidad, casi todos pensaron en un atentado o un acto desesperado de alguno de los huelguistas, pero no.
-! ¡Es la Sharon B. ha volado huevón! ! ¡Vaya la mierda, concha su madre! ! ¡Corre! Y en desbandada apuraban el paso.
Poco más de media hora antes había estado jugando solitario en el comedor del barco, ni los fallidos intentos por arrancar la maquina me habían desconcentrado del juego, era yo contra el mazo de las cartas, al final Claudio el “galley boy” arreglando la mesa hizo que renunciara al juego, deje las cartas en el cajón debajo de la cafetera y subí a respirar algo de aire más fresco, en la popa un par de muchachos y el serrano Maquera conversaban recostados sobre la red jugueteando con el perro del barco, la barcaza llegó con unas botellas de oxígeno, el Pavo Saravia alegaba con Alfredo, un muchacho paiteño que buscaba oportunidad en el barco para que le fuera a comprar cigarrillos.
-Oye mierda, ¿Vas a comprarme los cigarros? Cómprame un cartón de Inca carajo!
– ¡Ya voy, espera manito ahorita que regresa la lancha, voy, pero dile al maestro Marques que me lleve de regreso! Eloy lo mira, sabía que llegaba al barco a buscar un chance para salir a pescar con ellos, pero ya estaban completos, mientras tanto se quedaba ayudando, ya sea a cargar víveres, a hacer salmuera, mandados, ayudaba en cualquier cosa, siempre colaboraba.
Se levantó y agarró un remo que alguien había dejado olvidado encima de la cadena, lo tomó y lo levantó haciendo que lo iba a golpear, claro está que todo era una broma.
– ¿Vas a ir o no carajo? Y levantaba el remo amenazante.
– ¡Ya voy, no te juegues así! , ya me voy con el maestro, el viejo Marques salta a la lancha, el jovencito lo sigue y dirigiéndose en tono burlón al Pavo le dice: ¡Ahora regreso como a las 5 de la tarde! ¿Ok? Ja, ja, ¡ja!
– ¡Como no vengas te cuelgo de los huevos mierda! Todos se carcajean, no puedo evitar sonreír, yo salto también a la lancha, Eloy se dirige a mí y me pregunta, ¿A dónde vas colorao?
-Voy a la oficina a ver si puedo hablar con mi viejita antes de salir a viaje, a ver si el señor Sarmiento me deja usar el teléfono.
– ¡No te demores, ya casi salimos!, casi como una advertencia.
– ¡Insistió, estos arrancan la máquina y salimos!, ya está Benci en el barco, ya trajo sus cosas temprano, el New Era salió en la mañana y nosotros aún estamos pegados aquí.
– ¡No! no me demoro, solo llamo y me regreso, yo también tengo todo listo, si no me presta el teléfono me regreso con Alfredo, ¿Quieres que te traiga los cigarros yo?
¡Si quieres se los doy a él! replica acucioso Alfredo, mientras la lancha se separa del costado de la embarcación para llevarlos apenas a unos cuantos metros del muelle, desde la punta de este unos operarios silban y agitan los brazos haciendo señas de cruz al barco.
– ¡Suelta las mangueras! ¡Heeey!
Pensó ya terminaron de cargar el combustible, alcanzó a ver al ayudante del motorista soltando las mangueras, subo por la oxidada escala al muelle, detrás Alfredo me sigue, yo ingreso a la planta y él se dirige a la salida, se siente extraño el silencio de las instalaciones, le indico al vigilante que voy donde el Sr. Sarmiento.
Subo de tres saltos la escalera a la oficina, tocó ligeramente con los nudillos, logro escuchar el ruido y la estática de una radio Single Side Band al otro lado de la puerta, esperé prudentemente por respuesta, súbitamente se sintió una fortísima explosión y la onda expansiva que arrasó con todas las ventanas del pasillo , trastabillé y nerviosamente regresé escalera abajo, alcancé a ver al vigilante que se tomaba la cabeza con las manos mientras destacaba contra el cielo gris el hongo de fuego y la humareda, vi un grupo de trabajadores en ropa de calle acercarse en tropel, trozos de madera y piezas pequeñas de metal empiezan a caer haciendo resonar los techos de calamina adyacentes.
– ¡Concha su madre el barco! Pensé en mis compañeros, di dos pasos con duda y empecé a correr muelle adentro, la lancha del viejo Marques con los operarios a cargo de recoger las mangueras, salté a esta y dos trabajadores más del piquete que hacían guardia en la cantina se nos unieron, a medida que nos acercamos vimos que el agua alrededor de la embarcación estaba llena de piezas del enjaretado, vegetales flotando, cajas de cartón entre una mancha de aceite y combustible el fuerte olor a diesel quemado, alcance a ver al serrano Maquera y al Pavo Eloy seminconsciente chapoteando, ambos con la cara llena de petróleo, apenas resaltaban los ojos, los ayudamos a subir a bordo, Eloy se quejaba y cojeaba, alcance a ver una herida en su tobillo, algunos de los tripulantes salieron expulsados con tanta fuerza que los pobladores los recogieron muy cerca de la playa.
-¡Hey, aquí!
Una pequeña chalana intentaban subir a alguien que a duras penas emergía de entre una maraña de escombros, era Benci , el capitán, miré una vez más alrededor, el silencio del domingo se había roto por completo tras la explosión, se podía escuchar el griterío de los que habían acudido al rescate, el panorama era absolutamente desolador, la red flotaba por partes, el barco se había escorado para la banda de babor, el skife sumergido todo era una maraña, todo era un “pandemonium”, en la playa la gente congregada observaba, era una escena dantesca, recordé pequeño un incendio en mi pueblo y la angustia y miedo infantil que experimenté entonces; pero esto sobrepasaba todo lo vivido.
– No veía a todos, ¿Dónde está Ojeda? ¡Claudio? No veía al maquinista, ni al gordo Juan, grité a la otra lancha.
– ¿Cuántos has recogido, quienes están?
– ¡El capitán y tres muchachos! Allá hay otra chalana con otra gente y señalaba a otra posición.
Marques enfiló al muelle, pero cambió de opinión y se dirigió a la playa, sería más fácil, el Pavo sangraba y sería dificultoso subirlo, al tocar la playa algunos pobladores cargaron a Eloy y lo llevaron a la pequeña posta, Maquera caminaba por su propio pie rodeado de curiosos, llegamos , el pequeño cubículo que milagrosamente estaba abierto, la chica Castillo a cargo y otros voluntarios empezaron a atender a los heridos, unos pequeños cortes, limpieza , uno de los tripulante se quejaba notoriamente, tenía una fractura expuesta.
La noticia había corrido como pólvora y la primera ambulancia y la policía local se habían hecho presentes, empezó de inmediato el traslado de heridos a Chimbote, entre ellos al pavo Eloy, mientras salíamos del área volteé a ver hacía la bahía y pude divisar el mástil inclinado del barco, la Sharon B se había hundido completamente y con ella se había cobrado la vida de 5 de mis compañeros.
Entre el polvo que levanta la camioneta donde trasladábamos a los muchachos, al lado del camino vi a Alfredo, pasamos de prisa, lo observé solo al lado del camino, le grité:
– ¡Alfredo, anda a Chimbote, allá nos vemos! La polvareda apenas me dejó ver su gesto de aprobación, el muchacho cargaba aún en sus manos los cigarrillos que con seguridad lo habían apartado de un horrible final, pensé en mi madre y sentí que su recuerdo fue lo que me salvó, la distancia entre la vida y la muerte está en una acción o decisión y el tiempo correcto, recordé a aquellos que no pude ver más, me senté en la cajuela de la camioneta y calladito con mi cabeza inmersa entre mis piernas lloré mi pena.
Yuro el maquinista, Juan Zapallón, Claudio Caceres, Freddy el asistente filipino, Ojeda el cocinero perdieron la vida, el cuerpo de Claudio fue rescatado después de varios días por buzos que llegaron desde el Callao, en la playa se vararon piezas desmembradas de la cubierta, algunas cosas se lograron recuperar y fueron apiladas en el patio de la empresa.
La madre del Pavo Eloy y su hermano menor de apenas unos 8 años habían llegado de Paita a visitarlo, se encontraba en la Clínica Patricia recuperándose de una herida en el tobillo que una esquirla de hierro le produjo durante la explosión, otros compañeros recibían atención por quemaduras y uno de ellos tenía escayolada la pierna, el encuentro fue silencioso, Doña Cristina era una mujer fuerte pero no pudo evitar emocionarse al ver al hijo sobreviviente, al cabo de dos días le dieron de alta, ya lo había decidido , se iría un tiempo al norte.
El Sharon B hizo un viaje de casi 4,000 millas náuticas desde las costas californianas para morir tristemente en una árida playa del norte peruano, con ella se fueron varios de sus tripulantes, han pasado muchas generaciones que nunca sabrán con certeza cuál fue el origen real del accidente, en el folclore o mito urbano siempre se habló de un error humano, que eso es lo más probable, Coishco era apenas un pequeño poblado que con el transcurrir del tiempo y la otra explosión industrial de la pesca iría evolucionando hasta lo que es hoy en la actualidad.
Así recuerdo con tristeza los eventos que llenaron de luto y dolor a varios hogares, a un evento que sacudió la tranquilidad de una pequeña comunidad de pescadores, un accidente que marcó la vida de muchas personas y que pocos recuerdan por el paso de los años y por la no existencia de registros.
Finalmente
Alfredo nunca pudo cumplir con el sueño de embarcarse en el Sharon B en particular, al cabo de unos días salió a pescar a la anchoveta, aunque posteriormente pescó en otros atuneros e inclusive navegó por USA y Europa, yo regresé a Paita por un tiempo a sentarme a la orilla del malecón a compartir mis experiencias con otros compañeros pescadores, Silvio terminó la secundaria al cabo de dos años y partió a seguir estudios a Lima.
Benci siguió su carrera como capitán, por muchos años más, trabajó en varios barcos de Starkist, siempre fue reconocido por su carácter tranquilo y afable, sus hijos heredaron su legado de pesca, falleció hace unos cuantos años.
El Pavo Eloy siguió en la pesca por varios años más hasta su partida en 1979.
Me contaron que Vince Lauritella con 83 años vive en una casa de retiro en La Jolla, el viejo Polzak falleció en el verano de 1975.
Macuito falleció en Paita a principios del 2016, Pepe, siguió pescando por muchos años y en diferentes barcos, se retiró de la pesca en el año 2014, vive en Panamá y ocasionalmente regresa al Perú.
Leandro Chuna y Enrique Farías aún viven en Paita.
Alfredro vive rodeado de sus hijos y nietos en las inmediaciones del Colegio Ex 11 en Paita.
Yo el Tano, trabajé en diversos barcos, en 1964 trabajé con una empresa extranjera en mantenimiento de puertos, en 1973 empecé a trabajar para un importante astillero nacional, me jubilé en el año 2006. Tengo 84 años, vivo en Paita.
De Brady y Tequilón no supe más de ellos.
Eran entonces los tiempos cuando los barcos eran de madera y los hombres de hierro.
Abril del 2019
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